Lagrimas...

   
         Lagrimas...
Tu sangre es roja, la mía también, tus lagrimas son iguales a las mías, dos lagrimas que caen sobre un viaje de curvas y rebaches. Una, cae desde tus ojos hasta el oeste de tus labios, cubriendo tu lápiz labial o rozando tu mejilla, la otra, cae directamente hasta tu corazón, que seca de dolor y empapan las heridas, para florescer un jardín, en lo que fue una cicatriz. Vienen las lagrimas de la luna y el sol, como gotas de lluvia que las nubes no pudieron sostener, como gotas arrojadas desde el cielo de tus ojos marrones... Las dos se juntan, un amanecer viene, mezclándose con el cielo anaranjado del atardecer, formando las gotas que llenaron el vaso, la gota que debes amar porque es la que lleno el vaso, la semilla del cambio que tus ojos mojados necesitaron para ver el arcoiris.

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