Mi sueño, mi lápiz y ella...

La encontré como desayuno, su cuerpo desnuda aún con aroma a deseo, a sudor y piel. Me recorrieron las ganas desde la punta del pie hasta el último cabello. Acerque mis labios hasta su boca y la besé desesperadamente, como si tuviera urgencia de sentirla arder entre mi carne. Hay paraísos que se encuentran deslizando las manos hacia el sur, que se esconden debajo de las sábanas, su respiración que se cortaba, su pulso que crecía, mi corazón se aceleraba.
Estábamos vivos, muy vivos, en una tierra donde la muerte y renacer entre olas de colores una bendición. La desayuné exquisitamente, me vació las ganas y llenó mi cuerpo, dejándome en el alma una sensación de escalofrío que recorre mi espalda cada vez que recuerdo tu vida entre mis mi piernas y mi corazón en tu pecho.

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